¿Va llover para siempre?
Preguntaron mis ojos en voz alta, cansados ya de no poder despejarse de la tristeza que los inunda sin sentido.
Mi boca no supo responderles pero mis dientes mordieron mi labio inferior. Parecía que formaban una especie de cárcel para las palabras que mi lengua quería soltar.
No las dejaron salir y mi garganta se las tragó.
Eran espesas, me costó tiempo digerirlas, pero rápidamente se transformaron en nutrientes para mi cuerpo.
Siento que me tragué un nudo.
Y mis ojos vuelven a llover.
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