jueves, 27 de agosto de 2015

Extremos.

Se esconden en los bolsillos las manos ajadas por el tiempo.
Sin querer ver la luz de nuevo, pensando en que la oscuridad les devolvería la juventud.
Inocentes manos, ásperas de arrugas, secas del otoño y como las hojas, ellas también caen.

Se estrechan mutuamente, manos del largo andar, para sentirse simplemente acompañadas.

Abajo, los pies de planta duros,
cubiertos por zapatos,
pisando pasado, presente y futuro
con una suela ya gastada por el tiempo.

Han de caminar de a pares.

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